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Fue noticia en Colombia la estatua derribada por los indígenas Misak. Sebastían de Belalcázar fue un conquistador español. Uno más de aquellos que cometieron el genocidio y la aculturación de lo que empezó a llamarse América en el 1500.

A quienes lo hicieron los acusan de revisionismo histórico. Querer negar la historia es lo que he leído, como si esa estatua no fuese un insulto, no solo a los indígenas, sino a América Latina, un territorio colonizado y que sigue siendo una semicolonia de los países opresores.

Les dicen vándalos y destructores de patrimonio. Lo cierto es que, como sucede con cada acontecimiento del país, podemos ver las distintas ideologías en puja. Las ideología fascista, con tanta fuerza en este país que hasta coloca presidente, rechaza el hecho. Acomoda el discurso para desviar la atención del simbolismo del hecho.

Los indígenas siguen presentes, y siguen siendo una nacionalidad oprimida. De los pocos que en este país siguen resistiendo y no se plegan a las tonterías pacifistas que tanta promueve. Como si fuese un discurso recíproco. El gobierno reclama pacifismo al mismo tiempo que usa la violencia contra el pueblo. Relaciona las protestas con el terrorismo o con el vandalismo al mismo tiempo que promueve el terror estatal con los grupos legales como la policía y el ejército, y con ilegales, como los paramilitares.

Otros, sin acusar directamente a los indígenas titubean en sus posiciones. La única posición consecuente es apoyarlos en un reclamo justo. Ojalá el resto del país pudiera hacer más acciones de este tipo.

Siento una tremenda indignación e impotencia por lo que ha sucedido recientemente en mi país. Una persona fue asesinada por la policía colombiana. Hay vídeos que graban los hechos y los dos uniformados involucrados ya fueron atrapados y otros fueron suspendidos.

El problema es que la brutalidad policiaca es cosa frecuente, lo que generó protestas en varias partes del país. La respuesta fue una mayor brutalidad policial y del ESMAD. En varias partes protestas pacíficas fueron disueltas a punta de gases lacrimógenos y bolillo. En otra partes, la policía respondió disparando a la población civil.

Tengo que decir que no me sorprende. Es cuando estas cosas suceden que el verdadero carácter de la policía sale a flote. No son un grupo que nos protege, como nos lo quieren vender. Forman parte de un Estado que no está al servicio del pueblo.

La respuesta del presidente fascista, quien sirve sin tapujos a Uribe, fue respaldar la institución. Decidió no ir a un homenaje a la víctimas y heridos que dejó la policía al disparar y apareció disfrazado de policía y dando ronda por los CAI para mostrar su respaldo. En todo momento señala que la brutalidad es cosa de unas cuantas manzanas podridas.

Y ahora el discurso es que las marchas fueron planeadas por grupos del ELN. No pueden tener más descaro los que están en el poder. Tristemente, sin una verdadera alternativa, el pueblo pagará con su sangre. La indignación, incluyendo la mía, pasará, o se dirigirá a un nuevo suceso. La única esperanza que albergo es que todo cambia, y muy seguramente, la situación, de una u otra manera cambiará, más no estoy seguro si será para bien.