Una historia sobre un helado y la presión social

Hace algunos días mi papá nos invitó a mi hermano y a mí a comer helado fuera de casa. Yo me había comprometido a comer menos azúcar refinada por los efectos negativos del azúcar en nuestro organismo, pero acepté porque me tenté por la idea del helado y porque quería pasar algo de tiempo de calidad con mi familia. Fue un error el haber hecho eso. Aquí comparto una pequeña reflexión sobre qué se podría hacer en esta clase de situaciones.

Primero, pienso sobre las motivaciones que tenía mi papá al hacer esa invitación. Intuyo que el objetivo no era comer helado, sino pasar algo de tiempo con nosotros. Si ese es el caso podríamos compartir otro tipo de actividad, como jugar videojuegos (libres), o hacer algunas tareas domésticas juntos. En este caso se cumpliría el objetivo sin tener que comer insalubremente.

No obstante, también puede ser que mi papá haya querido salir a comer helado u otra golosina. En ese caso puede ser mejor ir una heladería donde vendan helado sin azúcar o que este cerca de un lugar en el que vendan comida más saludable. Si no hay, también es posible llevar comida desde la casa o simplemente no comer nada, aunque pueda parecer raro.

Muchas veces es fácil dejarse llevar por la presión social, incluso en casos como este en los que el familiar no tiene malas intenciones. Si queremos conseguir nuestros objetivos hay que dejar de ponerse excusas y encontrar soluciones a los problemas que se nos pongan enfrente, aunque aparentemente no tengan solución, porque muchas veces la tienen.