El papel del periodismo de derecha en la lucha de clases

En Colombia hay una enorme cantidad de razones para el descontento y la protesta. El gobierno de Iván Duque de extrema derecha y de tintes fascistas poco o nada ha hecho para reducir las masacres de líderes sociales. Las encuestas recientes han mostrado que la ciudadanía es conciente del mal manejo que ha hecho de la pandemia.

Y es que es la población más pobre y vulnerable la que sufre más por el coronavirus. Son los que más se ven afectados, tanto por la enfermedad como por los problemas económicos y sociales que conlleva. Poco tiempo puede mantener la gente encerrada y aislada antes de salir nuevamente a las calles a reclamar sus derechos y mejores condiciones. Recordemos que antes de la pandemia ya se asomaban marchas contra el gobierno. La cuarentena contuvo la situación temporalmente, más ha sido el mismo gobierno el que ha llamado a la “normalidad”, por lo que nuevamente los oprimidos salen a manifestarse.

La lucha de clases se evidencia de sobremanera. Ante la organización de los movimientos sociales, a derecha en el poder cierra filas con todos sus recursos. Los periodistas, que gustan posar de no idelogizados cada vez que pueden, son los primeros que preparan el discurso contra los marchantes. Que están infiltrados, dicen, que están ideolizados, comentan. Toda una estrategia de estigmatización haciendo eco del discurso oficial del presidente y sus ministros.

Claro, como si en Colombia no hubiese razones suficientes y que no da espera para salir a movilizarse. Periodistas como Salud Hernández, la enfermedad del periodismo, apelan a la pandemia para pedirle al gobierno que no permita la movilización. Poco exige al gobierno ante las matanzas. Cuestiona la “ideologización” de las protestas de cara al 2022, pero no habla de frente de su propia ideologización.

Otros periodistas dicen lo mismo: que las marchas aumentarán los contagios. Se atreven a decir que la vida y la economía están por encima de las protestas, pero no dicen que una razón para marchar es precisamente la vida. En Colombia las masacres se han vuelto pan de cada día, y no es la COVID-19 quien las causa. Vienen de antes, de un estado sin el interés de evitarlas.

Lo que debemos hacer como pueblo colombiano es apoyar la minga, las protestas. Claro, en las mejores condiciones de bioseguridad posibles. Debemos, sin embargo, reconocer que el gran asesino en Colombia no es una enfermedad; es un complejo sistema que cobija la legalidad y la ilegalidad para mantener al pueblo oprimido y sin pocas opciones más que las vías radicales.